Frutos rojos: desarrollando el potencial del ser humano
Una breve historia que te introduce al mundo de la investigación clínica - Jacqueline Robledo
INVESTIGACIÓN CLÍNICA


Imagínate que vas caminando solo por el bosque, tienes hambre, y te encuentras un arbusto con cientos de frutos rojos que brillan con la luz del sol, haciendo que se te antoje comértelos todos. Tu estómago ya está haciendo ruido, ya que no has probado bocado en toda la mañana, pero es la primera vez que ves estos frutos, y no sabes si son venenosos. Los tomas entre tus manos, sientes su textura, los acercas a tu nariz, y ¡huelen delicioso!; los abres, y se ven muy jugosos. No hay nadie más alrededor que te diga algo sobre ellos, pero de pronto, ves que varios pájaros se acercan, se posan en el arbusto, y se dedican a comer, picotazo tras picotazo, los dichosos frutos. Los observas por cerca de una hora, te das cuenta de que siguen felices, y te percatas de que el suelo está lleno de excremento seco de color rojizo, lo que indica que los frutos han formado parte de la dieta de estas aves por algún tiempo, y, no hay ningún pájaro muerto cerca, así que, por lo menos para esta especie, los frutos no han hecho ningún daño a corto plazo (bueno, eso parece).
De repente, los sonidos provenientes de tus entrañas aumentan, no aguantas más el hambre, y ¡zas!, te comes un gran puñado de las dichosas frutillas. ¡Son riquísimas: dulces, suaves, frescas! Si alguien te viera ahora correría despavorido hacia el lado opuesto, ya que alrededor de tu boca se escurre el líquido espeso y rojo carmín de las frutas, y ¡parece sangre! (podrías ser un vampiro vegetariano como el Conde Pátula), pero no te importa. No hay tiempo de limpiarte. Te comes algunas bayas más, pero habiéndolo pensado bien, por precaución, te detienes tras algunos bocados. Pasan varios minutos y te sientes bien. Comes un poco más. Esperas otra vez. Todo bien. Comes otro poco. ¡Son las cosas más suculentas que has probado en toda tu vida! Pero si quieres seguir viviendo, tienes que aguantar tu antojo, y parar ahora. Eso es todo, tu hambre ha sido saciada por el momento. Te dedicas a otras actividades, pasan las horas, y no te duele el estómago, ni la cabeza, no sientes ningún malestar. Más tarde, te das cuenta de que te pasó lo mismo que a los pajaritos: el color rojo de las frutas ‘salió’ con los desechos de tu aparato digestivo. Es hora de ir a casa. Memorizas todas las características de los frutos, para que no se te olvide que este tipo en particular no te ha hecho daño, sabes que a los pájaros tampoco, y recolectas varios puñados de frutos para llevárselos a tu familia. Ellos los comen, y tampoco les pasa nada.
¿A quién crees que te hemos pedido que imagines? ¿Sobre quién trata esta experiencia? Esta no es la historia de un boy scout actual aprendiendo estrategias para sobrevivir como Bear Grylls. Esto pasó, millones de veces, cuando los primeros homínidos poblaron la tierra, y eran recolectores. ¡Y también eran hombres y mujeres de ciencia! Estaban, sin saberlo, sentando las bases del método científico. Ellos (y ellas, ya que se ha confirmado por restos antropológicos que eran las mujeres las que mayormente se dedicaban a la recolección) fueron los primeros investigadores, enfocados a la alimentación, para buscar el sustento de sus familias, aprovechando lo que la naturaleza tenía que ofrecerles, y siguiendo sus sentidos, observando, haciendo pruebas de ensayo y error, y sacando conclusiones.
En este caso, el experimento tuvo un resultado positivo, pero seguramente hubo miles de ocasiones en que alguien comió algo que le hizo daño, en el mejor de los casos, o que tal vez hasta le causó la muerte.
¿Te diste cuenta de los pasos que siguieron para saber si un alimento era seguro? Son exactamente los mismos que se siguen en la actualidad para determinar la eficacia y seguridad de un medicamento, en lo que se llama investigación clínica, grosso modo: evaluar las características de una sustancia, hacer pruebas en animales, hacer pruebas en humanos en pequeña escala y hacer pruebas a gran escala. Tras cada paso se hacen las observaciones pertinentes, se sacan conclusiones y, si el resultado es favorable se pasa al siguiente nivel. O si no, se intenta de nuevo con alguna modificación. Pero la investigación clínica ha evolucionado enormemente a lo largo del tiempo hasta ser lo que conocemos hoy.
¿Te gustaría conocer más sobre la investigación clínica? Síguenos en nuestros próximos posts para conocer más acerca de su historia, y de todas las peripecias que han tenido que pasar personas como tú y como yo, para que los medicamentos lleguen hacia ti de la forma más segura posible, previniendo y curando miles de enfermedades hasta el día de hoy.