La investigación clínica es algo que muchas personas desconocen, o de la que sólo han escuchado hablar en las noticias (por el COVID-19) o en las películas o series de televisión. Pero algunas de las ideas presentadas en los medios han sido distorsionadas, o malinterpretadas, y dan al público una información que no es del todo correcta. Por ello es que muchas personas le tiene desconfianza y hasta miedo.
Para poder tener un poco más claro el fundamento, las bases de la investigación clínica y sus ensayos, y poder sentirnos más a gusto con respecto a ellos, vamos a imaginarnos un escenario un poco más familiar. Imagínate que quieres invitar a alguien muy importante a cenar, y su platillo favorito es algo que tú nunca has comido, ni preparado, ni sabías que existía. ¿Cómo le harías para que el día que lo/la invites a comer, te asegures de que el platillo esté delicioso, y no le vaya a dar dolor de estómago?
Pensemos: lo primero que habría que hacer sería buscar la receta del platillo. Y no sólo cualquier receta, sino asegurarse de que es LA receta específica de esa versión del platillo que le gusta a la persona. Si nos pudiera dar la receta misma, o de su familia, sería lo ideal, pero si no, si es sorpresa y no la quieres arruinar, pues hay que buscar por tu cuenta.
Hay que buscar muchas recetas, comprar los mejores ingredientes de calidad, y ponerte a cocinar. Seguir la receta paso a paso, y ver si te queda el platillo como le gusta a la persona, y como dice la receta que se supone que debe de salir. Tal vez haya que comprar otra marca de ingredientes, variar el tiempo de cocción según la altitud de la ciudad, aumentar la temperatura según tu estufa u horno, y probar varios ingredientes similares para ver con cuál queda mejor la receta. Lo tienes que probar tú y asegurarte de que el sabor, textura, color, olor, temperatura y hasta sonido (si hace “crunch”) sean correctos. Si nunca habías probado el platillo tú, puedes ayudarte de tu intuición, tu sazón, tu experiencia y conocimientos culinarios para tratar de adivinar si así es como se supone que debe de saber. Debes comerlo, y ver si le falta o le sobra sal, pimienta, picante, aceite, o modificar ligeramente la receta para tener el mejor resultado posible. También debes de comer toda una porción y dejar pasar un tiempo, para ver si no te hace daño, teniendo mucho cuidado de llegar a la temperatura correcta de cocción para matar bacterias o virus, y hervir el agua que se usa, o que no sea la preparación tan picante o tan pesada, que le caiga mal al estómago aunque esté completamente libre de gérmenes.
Luego, ya que la probaste tú, te gustó, y no te hizo daño, pues hay que dársela a probar a otras personas, que tal vez tampoco lo hayan probado antes, para que te digan su opinión, una prueba antes de que la consuma la persona deseada. Que cada persona con sus gustos y experiencias diferentes, te diga qué le gusta, qué no, si hay que modificar algo, si les cae bien al estómago, etc.
Después, hay que ir un paso más allá: darle la comida a alguien que ya haya probado ese platillo específico y sepa cómo debe de saber, y que te dé una opinión más “profesional”, ya que tiene experiencia en ese tipo de platillos y cocina.
Y el paso más importante antes de dárselo a la persona, sería poder dárselo a alguien que ya haya cocinado el platillo por muchos años, como una mamá, abuelita o un chef, que no sólo conoce a qué debe de saber, sino cómo llegar a ese sabor, los tips de sazón, sugerencias y trucos, para que sepa rico y caiga bien al estómago.
Y por último, pues, el día esperado de la cena, pues ya hay que dárselo a la persona indicada, y que ella misma te diga qué le parece, y si el platillo es de su agrado y del de su “panza”.
Si te fijas, hay muchos pasos para asegurarse que la comida tenga el sabor deseado y que no haga daño. Si llegaras de golpe sin saber, y cocinaras el platillo el mismo día sin antes haber practicado, y se lo das a la persona sin haberlo probado tú o nadie más, puede que “de pura chiripa” te salga bien, por suerte, pero puede que te salga horrible, o le haga daño. Por eso siempre hay pasos anteriores de práctica, investigación y prueba para poder llegar al resultado deseado con los menores incidentes posibles, y que el alimento, en este caso, cumpla su cometido de ser disfrutado por el paladar del comensal, y que su aparato digestivo lo agradezca, y quiera más.
Lo mismo pasa con los medicamentos, y no solo con ellos, sino con terapias, dispositivos y tratamientos para curar, prevenir, tratar una enfermedad y mejorar la calidad de vida de las personas. Existen varios pasos para que el medicamento sea investigado, se pruebe que sí sirve para el fin que se quiere, y que tenga los menores efectos adversos posibles para que valga la pena administrarlo, y no salga peor el remedio que la enfermedad.
De esto se trata la investigación clínica, de los pasos necesarios para asegurar la eficacia y seguridad de los medicamentos, principalmente, para poder beneficiar a muchas personas que se encuentran enfermas, y poder curarlas, o hacer mas manejable su enfermedad, prevenirla, o medir ciertos parámetros para diagnosticarla.
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